Cuando María me habló por primera vez de este libro era solamente un sueño, una ilusión que hacía años que albergaba en su corazón. Y lo hizo con tanta pasión que enseguida la animé a hacerlo realidad. Me dijo que lo había intentado alguna vez, pero que no había encontrado el eco adecuado. Recuerdo que le dije que no tenía que buscar fuera, sino dentro de ella misma, que la respuesta estaba siempre dentro de nosotros, aunque la mayoría de las veces intentamos encontrarla fuera. Y dicho y hecho, así es María, como decimos en el sur, de melón y “tajá” en mano. Buscó dentro de ella la fuerza y la energía para hacer realidad su sueño, y entonces encontró las compañeras de viaje que necesitaba. Porque su idea era reunir 4 madres que estuvieran dispuestas a emprender ese viaje con ella.
Y tengo que decir que no se trataba de un viaje fácil, porque había que re-andar un camino que había tenido un final feliz, pero que a veces había sido difícil, en otros momentos doloroso e, incluso, en alguna ocasión, lleno de impotencia y de frustraciones. Porque la adopción es un hecho feliz, pero que parte de una experiencia traumática para el menor (el abandono o la retirada de la custodia, la pérdida de su lengua y cultura de origen, etc.) y también, a veces, dolorosa para los adultos. Porque tienen que elaborar sus propios duelos (por la infertilidad, por el hijo biológico soñado, por la pareja, etc.) y porque las distintas administraciones que intervienen en los procesos de adopción, a veces, lo ponen bastante complicado.
En fin, que el viaje seguro que no habrá sido fácil para ninguna de las cinco, pero también es seguro que les habrá reportado muchas cosas buenas. A ellas y a sus hijos e hijas. A ellas, porque la escritura tiene un valor terapéutico muy profundo y esta experiencia les habrá servido para cerrar heridas, elaborar duelos, quizás inacabados, recordar momentos únicos, disfrutar del camino andado juntos, etc. Y para sus hijos y sus hijas porque, cuando en un futuro lo lean, conocerán de primera mano una parte muy importante de sus historias como familias, que no comenzaron como se suele contar, con un viaje en avión o con una visita a un centro de menores, sino que empezó muchos meses e incluso años antes de que se encontraran. Que ese famoso hilo rojo que une a las personas que tienen un destino común está a veces bastante enredado, pero que finalmente termina por unirlos.
Cualquier persona que tenga relación con el mundo de la adopción encontrará en este libro situaciones que seguramente también habrá vivido, o no. Porque su proceso fue más fácil o, sencillamente, diferente. Pero seguro que su lectura no le dejará indiferente. Y para aquellas personas que se acerquen a su lectura desde otras experiencias, seguro que les abrirá los ojos de la mente y del corazón para entender mejor una experiencia que si no se vive desde dentro, como cualquier otra, resulta difícil de entender.
Porque nuestros hijos e hijas se relacionan mayoritariamente con niños y niñas que no son adoptados. Y las familias con las que nosotros nos relacionamos tampoco lo son. Porque la mayoría de los profesionales que tienen contacto con ellos (profesoras y maestros, psicólogos, médicos, terapeutas, trabajadores sociales, técnicos de la administración, etc.) no son padres y madres adoptivos y la parentalidad adoptiva comparte muchas cosas con la parentalidad biológica, pero hay cuestiones que son específicas del hecho adoptivo y es importante que se conozca. Por eso, este libro puede también contribuir a lo que se conoce como cultura de la adopción, algo que todavía está en ciernes en nuestro país.
Así que, después de leerlo, sólo me queda decir: chicas, ¡Enhorabuena!
Marga Muñiz Aguilar. Orientadora Educativa, Logopeda y Terapeuta